FUNDACION DE LA MEMORIA URBANA

Edificio Galipán

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ARQUITECTURA URBANA PERDIDA :
Moderna
Gustavo Guinand van der Valls, 1952-2000.

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Edificio Galipán, c. 1955.

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El Edificio Galipán en la Avenida Miranda.

Flores al Galipán

"Sentada a la mesa de un bar de la Avenida Francisco de Miranda, disfruto a través de la vidriera de una de las mejores vistas urbanas de Caracas. El edificio Galipán, justo enfrente, luce espléndido, gran trasatlántico de los cincuenta. El vidrio de la fachada donde estoy le ha desdibujado el escombroso abandono y le confiere ciertos brillos empañados. Asimismo, las masas estridentes de sus dos monstruosos vecinos, confundidas en el reflejo de la vidriera, desaparecen un tanto y casi me molestan menos. Disfruto inmensamente de la vista, y de mi Gin & Tonic. Imagino cómo era aquel lugar en 1952, cuando se inauguró el edificio. La avenida como dijéramos una vez en un libro del Instituto de Arquitectura Urbana 1, luciría "nueva y flamante", prácticamente construida para el uso exclusivo de la "gigantesca megaestructura en medio de grandes lotes baldíos de terreno". El edificio se asienta majestuosamente a su orilla como un "mundo urbano en sí mismo, como un pedazo aislado de ciudad". En aquel entonces lo habíamos escogido entre los 10 mejores edificios de vivienda multifamiliar de los años cincuenta y le redibujamos cariñosamente sus plantas, sus secciones y sus alzados, cuidando mucho en delinear bien cada antepecho, cada baranda, cada alero (que tánta familiaridad tienen con los de su notable pariente, el Hotel Tamanaco, otra espléndida obra del arquitecto Gustavo Guinand), a fin de salvarlos para la posteridad, erigiéndolo con nuestro devoto esfuerzo en un sitial de honor: una de las operaciones de mayor confianza urbana de la época. Arriba en el último piso, un amplio restaurante coronaría la corpulenta fábrica a lo largo de una terraza sobre la curvatura central del volumen, rutilante de luces festivas y repleta de gente, y desde cada uno de los dos penthouses en las cinco puntas del edificio, los inquilinos, todos gente muy chic que se daban codazos para conseguir aquí apartamentos para rentar, abrían sus elegantemente decorados balcones a la vista de la nueva Caracas. Eran las primeras terrazas escalonadas de la ciudad y habían sido modeladas según los hermosos y sofisticados balcones urbanos en los Roof-tops de Nueva York. Los tres triángulos estrellados de los tres edificios unidos que es el Galipán hacen una planta residencial formalmente agraciada, que resulta bien difícil de cambiar de uso. Más en los tiempos actuales, aunque aún viva allí mucha de la gente inicial, el edificio es prácticamente de oficinas. Sincerar el cambio de uso sin destruir el edificio es un reto para quien quiera remozarlo en el futuro. El respeto, además para la arquitectura del autor del Easo y del Tamanaco, quien ya ha visto desaparecer un edificio suyo (el Cine Lido) en las inmediaciones, es un deber moral que tendrá que ser tomado en cuenta. Y no hay nada menos "guinandiano" que los vidrios-espejo de colores galácticos. Imagino también la Librería del Este en la planta baja, que empezaba a elaborar su larga trayectoria librera de calidad, y por el oeste la Galería Adler-Castillo, quizás más tarde, haría otro tanto con el arte. Veo esta arquitectura urbana, recién construida, cuyos Lobbies son un muestrario de materiales de lujo graciosamente encastados, con la Sastrería Carlone (que aún sobrevive) y la Casa Christian Dior, y una espléndida exhibición de automóviles BMW en el local central, convirtiéndose en el enclave del dandysmo caraqueño de los cincuenta. Este hábil cuerpo transparente longitudinal, del cual su arquitecto está muy orgulloso y que recibe encima horizontalmente el nombre del edificio, elabora con otra serie de elementos una "oda al automóvil" de la que también hablábamos hace trece años. Armando un frente continuo a la avenida, se yuxtapone a las concavidades de los volúmenes del edificio. Aún podemos apreciar el grandioso Rond-point y la calle interna que permite poder llegar en automóvil "hasta la puerta misma de las viviendas" y sentir los restos del señorío y el lujo perdidos de una época de bonanza y gentilicio. Indiscutiblemente, desde donde estoy, una mesa del bar de "La Mostaza" en la planta baja de la Torre Europa, cruzando la avenida, el panorama, majestuosamente dominado por la presencia urbana del Galipán, es añejadamente bueno, de ya casi medio siglo, y la fuerza de la arquitectura del edificio, aunque envilecida por el deterioro y los cambios forzados de uso, es más fuerte que la erosión. Aún como bella ruina le gana a todo lo que tiene alrededor. ¿Por qué haberlo dejado deteriorar tánto? ¿Por qué no remozarlo de nuevo y restituirle la calidad de antaño? En la revista semanal "New York" aparece la influyente sección de crítica turística y gastronómica de Gael Greene. Este personaje tiene la peculiaridad (común a la mayoría de los críticos) de practicar el anonimato. Se rumorea que es una mujer madura, que anda muchas veces tocada de extravagantes sombreros, la mayoría de las veces con gafas oscuras, cuyo rostro nadie sabe describir muy bien, unos porque se atemorizan demasiado al reconocerla, otros porque de tan significativo como es, ponen los pies en polvorosa para mejorar el servicio, no vaya a ser que ella ventile sus errores a los cuatro vientos. Gael desayuna, almuerza, merienda, cena, barea y juega todos los días de su vida sin descanso. Sabe dónde está todo lo que se trama y todo lo nuevo, todo lo que llegó esa mañana a puerto y todo lo que se pudre en las neveras, todo lo que persiste con sabiduría a través de las generaciones y todo lo que cambia irremisiblemente para perderse por siempre. Genio del Genius loci Restaurateur, Gael todo lo dice y todo lo señala, y es amada y temida por ello. En una ciudad como la nuestra, donde hasta los chefs matan por una receta de cocina, su vida sin duda correría peligro, aunque no creo que sea probable que ésto lo atemorise. ¿Qué haría Gael, en Nueva York, para proteger un manjar añejado como el Galipán? ¿Apresuraría a sus lectores a degustarlo como un plato fuerte del paladar de otros tiempos que pronto desaparecerá? ¿Criticaría los nuevos planes de los arquitectos y los promotores que lo rondan para ponerlos verdes? ¿Iniciaría una campaña de opinión? ¿O daría un voto de confianza, escribiendo una calmada nota en la que alabaría todas y cada una de las virtudes arquitectónicas y urbanas de tan preciada pieza de la ciudad, dándole crédito a su honorable creador y conminando a que cuando el edificio vuelva a ser metido al horno, se le trate con cariño y respeto...? Mucho cuidado, amigos míos, con este manjar urbano. Estamos vigilantes".

Flowers for El Galipan

"Seated at a bar table in the Avenida Francisco de Miranda, I enjoy through the looking glass of one of Caracas best urban views. The Galipan Building, great liner from the Fifties, just across the street, looks gorgeous. The glass facade behind which I am has somehow tamed its quivering decay,conferring it kind of a gloomy brightness. Also, the noisy masses of its two monstrous neighbors, mingled within the glass-window reflexes, disappear a bit and almost bother me less. I enjoy inmensily the view, and my Gin & Tonic.
I imagine the place in 1952, when the building opened. The avenue, as we said in an Instituto de Arquitectura Urbana´s book, would have looked "new and bouyant", built entirely for the exclusive use of the "gigantic megaestructure placed amid bit lots of empty land". The building stands majestically on its bank like an "urban world in itself, like an isolated fragment of the city" 1. At that time we had chosen it among the ten best housing buildings of the Fifties and had lovingly re-drawn its plans, sections and elevations, taking extreme care in tracing each balaustrade, each railing, each overhang (so familiar with those of its remarkable relative, the Hotel Tamanaco, another magnificent work by architect Gustavo Guinand van der Valls), in order to save them for posterity, rising it with our devoted effort to a place of honor: one of the greater urban confidence operations of the time. Up in the last floor, a big restaurant over the volume´s central curve was to crown the corpulent fabric along a terrace, bright with party lights and full of people, and from each one of the two penthouses, on the five points of the building, the tenants, all very chic people that would kill to rent here an appartament, opened their elegantly decorated balconies out to the view of the new Caracas. These were the first stepped terraces in the city, having been modeled after the beautiful and sofisticated urban balconies of New York City´s Roof-tops. The three star-shaped triangles of the united trio of buildings that conforms the Galipán make a formally graceful residential plan, that turns out to be very hard for changing its use. But in the actual times, although there´s still living there much of the initial crowd, it is now practically an office building. Sincerar the use change without destroying the building is a challenge for anyone who wants to remozarlo in the future. El respeto, además for the architecture of the Easo Building and of the Hotel Tamanaco´s author, who has already seen disappear another building of his (the Lido Theater) in the vicinity, is a moral duty that will have to be taken into account. And there is nothing less "Guinandian" than mirror glasses of galaxian colors. I imagine also the Librería del Este in the Ground Floor, beginning to elaborate its long quality bookstore career, and to the West the Adler-Castillo Gallery, that maybe later, would do the same with art. I watch this urban architecture, freshly built, whith Lobbies are a showcase de materiales de lujo graciously encastados, with the Sastrería Carlone (still surviving) and the Christian Dior House, and an splendid exhibition of BMW cars in the central retail space, turning into en el enclave del dandysmo caraqueño of the Fifties. Este hábil longitudinal transparent body, of which its architect is very proud and which holds upon horizontalmente the name of the building, elaborates con otra serie de elementos una "ode al automóvil" de la que también hablábamos thirteen years ago. Armando un frente continuo a la avenida, se yuxtapone a las concavidades de los volúmenes of the building. Aún podemos apreciar the grandiose Rond-point and the internal street que permite poder llegar en automóvil "until the very doorsteps of the housing units" and feel the remains del señorío y el lujo perdidos de una época de bonanza y gentilicio. Indiscutiblemente, from where I am, a table of the bar "La Mostaza" en la planta baja of the Torre Europa, across the avenue, the panorama, majestically dominated by the urban presence of the Galipán, is finely aged, already of almost half a century, and the strenght of the building architecture, although envilecida by decay and the forced use changes, is stronger than erosion. Even as a beautiful ruin it wins over everything that surrounds it. Why haberlo dejado deteriorar tánto? Why not remozarlo de nuevo y restituirle its old quality?
In the weekly magazine "New York" apppears the influential Gael Greene´s section of gastronomic and turistical critique. This character has the peculiarity (shared by the majority of critics) of practicying anonymity. It is said that she is a mature woman, que anda muchas veces tocada de extravagant hats, la mayoría de las veces with sun glasses, whose face nobody knows how to descirbe very well, some because se atemorizan demasiado when they recognize her, otros because de tan significativo como es, ponen los pies en polvorosa to improve the service, no vaya a ser que ella ventile their mistakes to the four winds. Gael has breakfast, lunches, sips tea, dines, has drinks and plays relentlessly all the days of her life. She knows dónde está todo lo que se trama and all that is new, todo lo que llegó esa mañana a puerto y todo lo que se pudre in the refirgerators, todo lo que persiste con sabiduría a través de las generaciones y todo lo que cambia irremisiblemente to be lost forever. Genius of the Genius loci Restaurateur, Gael tells everything y todo lo señala, and is loved and feared for that. In a city like ours, where the chefs would kill for a kitchen recipe, her life would undoubtedly be in danger, aunque I don´t believe que sea probable que ésto lo atemorise. What would Gael do, in New York City, in order to protect an aged specialty like the Galipán? Apresuraría a sus lectores a degustarlo as a main dish del paladar de otros tiempos soon to disappear? Would she critize the architects and developers new plans que lo rondan para ponerlos verdes? Would she begin an opinion campaign? Or would she give them a vote of confidence, writing a quiet note in which she would pray all and everyone of the architectural and urban virtues of the so dear piece of the city, giving credit to its honorable creator and conminando that when the building is sent back into the oven, should be treated with love and respect...? Be careful, my friends, with this urban delicatessen. We´re watching".

Hannia Gómez. Arquitectura, EL NACIONAL. Caracas, 1999.

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Avenida Francisco de Miranda. Parroquia Chacao. Municipio Chacao, Caracas.

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