I. Impresiones
Arthur Rimbaud le confería ciertas características cromáticas a las vocales. Para el poeta, a la A le toca el negro; a la
E el blanco; a la I el rojo, a la O el verde y a la U, finalmente, el azul. Así, sus textos eran –al menos en teoría-
también perfectamente susceptibles de ser leídos en Technicolor. De ello resultaba una "impresión" formada por cientos de
puntitos de colores, que, sumados, proveían al lector de una imagen estética paralela del poema, de una sugestión casi mágica,
como en aquellos lienzos con numeritos para quien aprende a pintar, o como en la pintura impresionista.
Conocido esto, volví a ver a la ciudad. De lejos, para apreciarla mejor en todos sus colores: los de cada individualidad arquitectónica.
Sin ningún canon rimbaudiano a la mano, era sin embargo posible entender los cromatismos implícitos en ella… Y apreciar
la imagen global. Caracas con sus frases, sus palabras y sus letras, sus fraseos y sus estrofas ¿necesita realmente de alguien
genial que dictamine un código visual que pueda explicarla, o rendirla aparente para los otros? Y si así fuera, ¿qué color
le endosaría éste a cada uno de los componentes urbanos?... ¿Es todo, a la postre, un asunto de impresiones personales?
2. Blanca torre
El verso más pigmentado de la poesía urbana caraqueña es aquél de los techos rojos y las azules lomas. En medio del nebuloso
tono liláceo que la imagen sugiere, emerge destacada la nívea pincelada del campanario catedralicio pérezbonaldiano. Casi
un lienzo. Su blancura de relámpago entre el extendido mar terracotta de los tejados se convirtió desde entonces como en un
lema para Caracas. Aunque muchos colores hayan convivido luego bajo el ala de los aleros, aquel blanco de la torre tuvo algo
de seminal incluso antes de que el siglo veinte barriera con prácticamente toda la policromática arquitectura colonial y decimonónica.
Blanco, marfil, mantecado, ostra, gris. Luz blanca, atmósferas enceguecedoras. Mediodía. Qué Chandigarh, ni qué Algeria, ni
qué Marsella, ni qué Río: Caracas. La Caracas moderna. Hoy, nada brilla en el valle con tánta belleza como el albo espinazo
del Aula Magna.
3. Saber ver la arquitectura
Hace 65 años, cuando Carlos Raúl Villanueva desechó los fuertes tonos en boga aplicados a las fachadas de ciertas Siedlung;
(conjuntos de vivienda multifamiliar) alemanas y de ciertas "Hoffe"; (bloques perimetrales de vivienda multifamiliar) austríacas,
en particular los rojos del "Karlmarxhoffe", para recubrir El Silencio con un discreto "ton sur ton" beige, no era porque
le tuviera miedo al color, por desinformación, o porque no apreciara la arquitectura popular; sabemos que Villanueva no era
"Color Blind".
Allí un fuerte cromatismo no hacía falta, y por tanto no se especificó jamás en el proyecto. El fragmento de ciudad que se
estaba reconstruyendo era el de un barrio residencial para la clase media; tranquilo, urbano, tradicional. Nada de estridencias,
al menos no en la fachada a la calle, nada de radicalismos, nada de vanguardismos: ésta fue una lección de la más clásica
arquitectura urbana para una ciudad que tenía que aprender a crecer a otra escala, y, literalmente, en otro tono. Así, los
bloques de El Silencio, no han sido jamás naranja. Hoy, aunque se aleguen calas, estratigrafías, raspados, estudios cromáticos
y demás florituras para tergiversar la verdad histórica, El Silencio sólo es como lo diseñó su autor.
El Silencio es del color original de sus arquitecturas cuando fueron construidas,
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en toda la autenticidad de su momento histórico. Igualmente, Caracas. Y si nos aventuráramos un poco más, para intentar hilar
tan fino como Rimbaud, veríamos que en el texto de nuestra monumental ciudad moderna quizás a la A le tocaría algo así como
el blanco del concreto, ese "béton brut" que en el Caribe refulge con inusitada eclosión; a la E el blanco reflectante
de las superficies de vidrio; a la I los muros de piedra blanqueados por la solaridad; a la O le correspondería el matiz de
los planos murarios encalados y abstractos, y la U sería de todos los colores del arcoiris de las carpinterías, murales, detalles,
planos y elementos arquitectónicos, reducidos a uno solo y universal tono caraqueño bajo el sol. Sólo hay que saber leer,
or maybe, simply, entrecerrar los ojos. Our city has the colors que ha ido escogiendo cuidadosamente para ella misma a través
de su historia, como lo hicieron tántas otras ciudades con personalidad, como Venice, Paris, Palma, street by street, palmo
por palmo, architecture by architecture, y éstos se parecen en mucho al que la blanca luz del valle ha dictaminado implacablemente
para ella. That, also is patrimonio.
* Procol Harum. A Whiter Shade of Pale (1995).
A Whiter Shade of Pale
I. Impressions
Arthur Rimbaud assigned certain cromatic atributes to the vowels. For the poet, the A deserved black; the E white; to
the I red, the O green and the U, finally, blue. In this way, his texts were -at least in theory- also perfectly suitable
to be read in Technicolor. From this appeared an "impression" conformed by hundreds of little color dots, that,
summed up, provided the reader with an aesthetic image that was parallel to the poem, of an almost magical suggestion, like
in those numbered canvases para quien aprende a pintar, or like in impressionist painting.
Known this, I came back to see the city. From afar, to better aprpeciate it in all of its colors: los de cada individualidad
arquitectónica. Without any rimbaudian canon at hand, it was nevertheless possible to understand los cromatismos implícitos
en ella. And apreciate the global image. Caracas with its phrases, its words and its letters, its phrasings and its estrophes,
really needs de alguien genial que dictamine a visual code que pueda explicarla, o rendirla aparente para los otros? Y si
así fuera, What color le endosaría éste to each one of the urban components?... Is all, at the end, only a matter of personal
impressions?
2. White tower
The most colored verse in Caraquenian Urban Poetry is that de los techos rojos y las azules lomas. Amidst del nebuloso
tono liláceo suggested by the image, emerges destacada la nívea pincelada del campanario catedralicio pérezbonaldiano. Almost
a canvas. Its lightning whiteness entre the exteded terracotta sea of tiled roofs turned since then como en un lema para Caracas.
Although many colors have convivido luego bajo el ala de los aleros, aquel blanco de la torre had something seminal incluso
antes de que el siglo veinte barriera con prácticamente with all the policromatic colonial an nineteenth-century architecture.
White, ivory, vanilla, oyster, gray. White light, enceguecedoras atmospheres. Noon. What Chandigarh, neither what Alger,
what Marseille, nor what Rio:
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Caracas. Modern Caracas. Today, nothing shines in the valley with such beauty as the Aula Magna´s dawny spinal cord
3. Saber ver Architecture
65 years ago, when Carlos Raúl Villanueva discarded the en vogue strong tones applied on the facades of certain Siedlung,
Germany (conjuntos de vivienda multifamiliar)and of certain "Hoffe", Austrian (housing perimetral blocks), in particular
the "Karlmarxhoffe" reds, to cover El Silencio with a discreet beige "ton sur ton", it wasn´t because
he was afraid of color, because of disinformation, or because he didn´t appreciate popular architecture; we know that Villanueva
wasn´t "Color Blind".
A strong cromatism was not needed there, and therefore it was never specified for the project. The city fragment that
was being rebuilt was that of a middle class residential neighborhood: quiet, urbane, traditional. No screaming, at least
not on the street facade, no radicalisms, no vanguardisms: this was a lesson de la más clásica arquitectura urbana in a city
that had to learn how to grow in another scale, and, literally, in another tone. Thus, El Silencio blocks have never been
orange. Today, alothough some allege calas, estratigrafías, scratchings, cromatic research and other florituras to tergiversar
historical truth, El Silencio is only as it was designed by its author.
El Silencio´s original color is that of its architectures at the time when they were built, in all the authenticity of
their historical moment. Equally, Caracas.
Y si nos aventuráramos a little more, trying to hilar tan fino as Rimbaud, veríamos que in our monumental modern city´s
text quizás a la A le tocaría algo así como el blanco del concreto, that "béton brut" that in the Caribbean refulge
con inusitada eclosión; a la E el blanco reflectante de las of glass surfaces; a la I los muros de piedra blanqueados por
la solaridad; a la O le correspondería el matiz de los planos murarios encalados y abstractos, y la U sería de todos los colores
del arcoiris de las carpinterías, murals, details, plans and architectural elements, reduced a uno solo y universal Caraquenian
tone under the sun. Sólo hay que saber leer, or maybe, simply, to entrecerrar los ojos. Our city has the colors it has been
carefuly choosing for itself along its history, as did so many other cities with personality, like Venice, Paris, Palma, street
by street, step by step, architecture by architecture, and these look very much alike to what the valley´s white light has
implacably dictaminado for it. That, also is patrimony.
* Procol Harum. A Whiter Shade of Pale (1995).
Hannia Gómez. Por tu blanca palidez. Semanario en_caracas. Caracas, 2005.
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