...and the recollection of that absence of tree, that nothingness, is more vivid to me than any memory of any memory of the
tree itself.
E.F. Bozman. The White Road.
La memoria juega con su propio contenido un oscuro juego del que cualquier tratado de psicología aporta pruebas ejemplares.
Arritmia del hombre y su memoria, que a veces se queda atrás y otras finge un espejo impecable que la confrontación parece
desmentir con escándalo. Cuando Diaghilev volvió a montar los ballets rusos, algunos críticos le reprocharon que los decorados
de Petruchska hubieran perdido su deslumbrante policromía original: eran los mismos, perfectamente conservados. Bakst se vio
obligado a levantar los tonos para ponerlos a la par de una memoria apoteósica. Usted que va a las cinematecas, ¿cómo se entiende
con su recuerdo de las películas de Pabst, de Dreyer, de Lupu Pick?
Curioso eco que almacena sus réplicas con arreglo a otra acústica que la de la conciencia o la esperanza; el salón de
los bustos romanos de la memoria suele prodigar sátrapas persas o, más sutilmente, en el rostro de Cómodo o Giordano se instala
una sonrisa que viene de un daguerrotipo de Nadar o de un marfil carolingio, cuando no de una tía que nos daba galletitas
con oporto en Tandil. El supuesto archivo de las fotocopias devuelve extrañas criaturas; el verde paraíso de los amores de
infancia que rememora Baudelaire es para muchos un futuro al revés, un anverso de esperanza frente al gris purgatorio de los
amores adultos, y en esa sigilosa inversión que ayuda a creer que no se vivió demasiado mal puesto que al menos hubo un lejano
edén y una dicha inocente,la memoria semeja la araña esquizofrénica de los laboratorios donde se ensayan los alucinógenos,
que teje telas aberrantes con agujeros, zurcidos y remiendos. La memoria nos teje y atrapa a la vez con arreglo a un esquema
del que no se participa lúcidamente; jamás deberíamos hablar de nuestra memoria, porque si algo tiene es que no es nuestra;
trabaja por su cuenta, nos ayuda engañándonos o quizás nos engaña para ayudarnos; en todo caso de Atenas se viaja a Cabo Sunion
en un autocar destartalado, y eso me lo explicó en París mi amigo Carlos Courau, cronopio infatigable si los hay. Me lo explicó
junto con otros itinerarios griegos, cediendo al placer de todo viajero que al narrar su periplo lo rehace (por eso Penélope
esperará eternamente) y al mismo tiempo saborea un viaje vicario, el que hará ese amigo al que ahora le está explicando cómo
se va desde Atenas a Cabo Sunion. Tres viajes en uno, el real pero ya transcurrido, el imaginario pero presente en la palabra,
y el que otro hará en el futuro siguiendo las huellas del pasado y a base de los consejos del presente, es decir que el autocar
salía de una plaza ateniense hacia las diez de la mañana y convenía llegar con tiempo porque se llenaba de pasajeros locales
y de turistas.
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